El e-book necesita a Dickens

De los días en que chirriaban los módems solo me queda una cuenta de Hotmail que miro de vez en cuando y que hoy me ha deparado el descubrimiento de la primera novela publicada por entregas digitales de un autor en lengua española, según proclama la publicidad de Alfaguara.

El 18 de enero comenzó la publicación folletinesca y en formato digital de Óscar y las mujeres, la nueva novela de Santiago Roncagliolo (no tengo el gusto, aunque he oído hablar bien de él), con un argumento de telenovela que la acerca al serial de toda la vida y la literatura por entregas del XIX.

Los nueve episodios salen por 0,99 € cada uno y se lanzan cada miércoles y viernes hasta el 20 de febrero, día que estarán disponibles tanto el e-book completo (aÓscar y las mujeres  9,99 €) como la versión en papel (19,50 €).

Con la venta de libros en plena y continuada caída y el negocio digital sin velocidad para despegar, iniciativas como esta pueden servir para encontrar salidas a la crisis del sector editorial mediante el viejo método del ‘prueba-error’. O no, aunque dado el panorama, cualquier cosa será mejor que el inmovilismo.

Pickwick nórdico

Una tarde parda y fría de invierno (en mi calendario, a partir del Día de Todos los Santos). Los parados que ya no saben hacia dónde tirar estudian para community managers. Monotonía de lluvia tras los cristales. ¿Qué hacer, cómo consolarse?, se pregunta melancólico el machadiano desempleado. Deja de perder el tiempo en Facebook y Twitter y sigue buscando trabajo, capullo, y para desintoxicarte lee (o relee) clásicos, le susurra al oído el fantasma de los vanidosos tuits sepultados en el olvido.

Italo Calvino decía en Por qué leer los clásicos que «Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir», y añadía que «[…] son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad».

Amén, aunque añadiría que los clásicos poseen otra virtud inestimable: abrigan. Sí, incluso aquellos que nos desconciertan o exigen un esfuerzo que pocos están dispuestos a hacer o para el que solo algunos tienen tiempo (y digo esto porque ando peleándome con el Ulises de Joyce, en continua oscilación entre el disfrute, el tedio y la admiración, y por mis santos huevos que me lo voy a acabar, para que no se diga).

Ulises

Como decía, los clásicos (y me estoy limitando a la narrativa) protegen y dan cobijo en tiempos de frío y zozobra, y si con un muslo de Scarlett Johansson se pasa un invierno, con uno de ellos se puede sobrevivir una buena temporada bajo el edredón nórdico.

Se me ocurren unos cuantos con las características apropiadas muchas muchas páginas; personajes más reales que ese vecino con el que te cruzas a diario; novelas río repletas de meandros y afluentes, pero pocos más acogedores que Los documentos póstumos del Club Pickwick (en gran traducción de José María Valverde), la primera novela de Charles Dickens, Papeles póstumos del Club Pickwick publicada por entregas entre 1836 y 1837 y ahora reeditada con motivo del bicentenario del nacimiento del narrador inglés más popular.

Lo cojas por donde lo cojas, es un relato delicioso y divertido, amablemente mordaz, una de esas historias en las que dan ganas de quedarse a vivir.

Mr. Pickwick, un caballero excéntrico, fundador y presidente del club que lleva su nombre, es una especie de quijotesco hidalgo idealista que se embarca con un trío de amigos geniales (los gordos, bebedores y singulares señores Tupman, Winkle y Snodgrass) en un viaje por la Inglaterra victoriana con el fin de documentar las vidas y costumbres de sus compatriotas para describírselas después a los distinguidos miembros de su asociación. La estrafalaria expedición da pie a situaciones pintorescas a menudo rematadas con monumentales curdas a base de ponche caliente y otros bebedizos que Dickens narra con un tono irónico, burlón e irresistible.

Los paralelismos entre la narración dickensiana y el Quijote (un extraño caballero errante que se topa con todo tipo de improbables aventuras, el humor,  la parodia de las novelas inglesas del XVIII…) no acaban ahí. El cervantino Pickwick encontró su Sancho Panza en la figura de Sam Weller, un criado coñón y parlanchín cuya aparición en el relato multiplicó por diez las ventas mensuales del Evening Chronicle, el periódico donde se publicaba por entregas la historia.

Estampas costumbristas, retratos corales, crítica social, sátira, magistrales episodios intercalados (otra vez el Quijote) a lo largo de la novela y, sobre todo, Mr Pickwick una galería de tipos y personajes inolvidables conforman un clásico de ley, una lectura maravillosa que crece si se asocia con las ilustraciones que la acompañaron en sus orígenes: primero de la mano de Robert Seymour (a la derecha)  y, tras el suicidio de este en 1836, de la de Phiz (seudónimo de Hablot Knight Browne), el dibujante que ilustraría (ver abajo) otras nueve novelas del autor de David Copperfield. 

Pickwick 2

Dickens sobrenatural

Charles Dickens cumple 200 años joven y fresco, y los británicos vuelven a dar una lección sobre cómo tratar a un escritor convertido en leyenda nacional, un novelista de éxito masivo -quizá la primera gran ‘estrella’ de la industria editorial- que marcó el camino de la literatura del XIX armado de un talento narrativo insuperable capaz de obrar el milagro de poner de acuerdo a los seguidores de los folletines con los lectores más exigentes. Era un mago, un contador de historias superdotado que podía colarte el melodrama más descabellado con completa naturalidad, un creador de mundos vastos y complejos que ha dado lugar a un adjetivo, ‘dickensiano’, utilizado universalmente en un fenómeno de globalización de la buena.

Entre el aluvión de biografías, reediciones, actos y exposiciones que se le dedican en el Reino Unido al creador de David Copperfield, me llama la atención una muestra -muy modesta comparada con Londres y Dickens, que puede verse en el Museo de Londres hasta el 10 de junio- que tiene lugar en la British Library bajo el nombre de A hankering after ghosts: Charles Dickens and the supernatural (algo así como ‘Enganchado a los fantasmas: Charles Dickens y lo sobrenatural’).

La exposición reúne documentos, cartas y manuscritos del autor relacionados con su interés por los fantasmas y los fenómenos sobrenaturales, a menudo presentes en sus obras (Impedimenta publicó hace un par de años un estupendo libro, Para leer al anochecer, que reúne trece historias de misterio del escritor inglés), como por ejemplo en Cuento de Navidad, donde el inolvidable Ebenezer Scrooge se las ve con los espectros de las navidades pasadas, presentes y futuras en un relato que para muchos cambió la forma de vivir esas fiestas en Inglaterra.

El interés de Dickens por los espíritus y lo macabro puede verse como un elemento marginal en su obra, más conocida por su temática realista y de denuncia social, su delicioso sentido del humor y su a veces exagerada inclinación por el drama, pero no deja de ser una faceta que enriquece nuestro conocimiento del gigante al que retrató Robert W. Buss en El sueño de Dickens, una acuarela inacabada donde el maestro, envejecido, se adormila rodeado de unos espectros que continúan muy vivos: sus personajes.

No tires de la manta

¿Cuál es la tercera actividad más placentera que se puede hacer bajo una manta? Leer. Obviadas aquí las dos primeras, podría defenderse que cuando aprieta el frío hay pocos planes mejores que levantarse, desayunar como un cura decimonónico y, una vez satisfecho, mirar por la ventana con desdén y un punto de melancolía para luego volverse a la cama a arrebujarse bajo el edredón nórdico o noruego o como se llame (los únicos que aún usan mantas son los pobres y los que sacan a los futbolistas del campo en camilla), en compañía de un buen libro. Como alguno de estos, quizá:

PARA LEER AL ANOCHECER. HISTORIAS DE FANTASMAS
Charles Dickens. Impedimenta. 240 págs. 19 €
Dickens nunca falla. Y menos en invierno. Trece historias de fantasmas para disfrutar del arte de la narración en su estado más puro, aunque siempre me quedaré con su ópera prima, para muchos su obra maestra, la deliciosa Los papeles póstumos del Club Pickwick.

TRES VIDAS DE SANTOS
Eduardo Mendoza. Seix Barral. 192 págs. 16,50 €
Otro valor seguro -al menos en las listas de los más vendidos- que regresa con tres relatos que combinan las armas tradicionales de Mendoza: parodia, ironía y sentido del humor (el escudo de los melancólicos) empleados para decir cosas en el fondo muy serias.

AÑOS DE GUERRA
Vasili Grossman. Galaxia Gutenberg. 632 págs. 22 €
No me canso de recomendar a este autor desde que leí la monumental Vida y destino. Aquí se reúnen novelas y relatos -El pueblo es inmortal o El viejo profesor-, además de las crónicas periodísticas de Grossman sobre el frente de Stalingrado o la batalla de Berlín. Es la primera vez que se publican íntegros en español sus textos de la guerra, y cabe una mención especial para El infierno de Treblinka, el primer testimonio sobre el Holocausto, utilizado en el Tribunal de Nuremberg.

JOHN LENNON
Philip Norman. Anagrama. 840 págs. 34 €
Yo confieso. Lennon me ha caído siempre fatal y cuando escucho Imagine -si es en la televisiva versión de Gurruchaga, Ana Belén and friends, peor- me entran ganas de invadir Polonia (la canción es preciosa, lo admito). Manías al margen, esta biografía tiene buena pinta, y los anglosajones son maestros en este género tan poco trabajado aquí (¿cuántas biografías decentes de españoles importantes conoces?).

EL MUSEO DE LA INOCENCIA
Orhan Pamuk. Mondadori. 656 págs. 23,90 €
Una historia de amor y también de Estambul desde 1975 hasta nuestros días, lo que quiere decir una historia del mundo que baila en el alambre de oriente y occidente. Pamuk, Nobel de Literatura en 2006, prueba (me vienen a la cabeza Amos Oz o J. M. Coetzee) que mucha de la literatura más interesante de hoy viene de esos países situados al borde de dos mundos (Turquía, Israel, Sudáfrica…).

LA NOCHE DE LOS TIEMPOS
Antonio Muñoz Molina. Seix Barral. 960 págs. 24,90 €
Creo en mi madre. Y como crítica literaria, también. A ella le ha gustado esta voluminosa novela sobre la guerra civil y el exilio. Aún se pueden decir cosas del tema sin repetirse, y hay tantos españoles que no tenemos ni idea de lo que pasó… Me gustan los artículos de Muñoz Molina y me encantó Ventanas de Manhattan, su libro sobre sus años en NY. Y me gusta también que no vaya de cínico, que no intente epatar y parecer que anda de vuelta de todo (cuando no se ha ido a ningún sitio) y que escriba de cosas interesantes (y muy bien, por cierto). Aunque lo de publicarlo en la colección Biblioteca Breve será una broma…

VIAJE EXTRAORDINARIO AL CENTRO DEL CEREBRO
Jean-Didier Vincent. Anagrama. 464 págs. 23 €
Tanto buscar fuera y tanta vuelta y luego lo más interesante -y desconocido- que existe lo llevamos dentro de la cabeza. Una divertida guía sobre la sesera, profusamente ilustrada, inteligente y muy alejada de la paja (mental). Brillante.

Y para rematar, un videoclip invernal. Tendrás que ir a YouTube para verlo, pero como me gusta y ya has leído el post…